un geranio buceando

Venecia. Canal Grande.
En la ciudad del agua también hay que regar las flores.
Una señora con delantal cuida los geranios como al hijo que no la llama desde hace una semana. Desagradecido.
Ella dirá que fue mala suerte, pero en realidad fue su inconsciente quien golpeó su geranio favorito. El rosa.
Si el azar fuese un poeta consciente (no cabe duda de que la mejor poesía nace de la casualidad y no de la premeditación que calienta los helados) y se dedicara a las metáforas, sabríamos que su hijo ha sido catapultado de esta casa vieja y anticuada, llena de pasado. Su presente no tenía habitación, allí.
En las paredes no cabían más fotos, el único tiempo verbal era el pasado, las conversaciones se repetían porque no llegaba información nueva, todo lo que sucedía eran sucedidos, no se fabricaban recuerdos sino que se rememoraban… era el momento perfecto para empezar a volar. El momento de tirarse al agua. Como el geranio.
Un geranio flotando en el canal grande. Buceando. Con un ritmo acompasado y acuático, suave, nadante. Mostrando por toda Venecia que la belleza no es inmóvil pero sí pasajera. Y que el mar no tan sólo florece en otoño.
Ojalá tuviera una foto… creedme, yo lo vi.

  1. mi ojo en tu boca
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    veo veo
    qué ves
    una cosita
    y qué cosita es
    no te lo puedo decir
    por qué no
    porqué nunca lo podrás ver como yo
    y tu qué sabes
    porque tu no eres yo
    eso ya lo sé
    nunca lo podrás ver como lo veo yo
    y tu qué sabes
    y qué ves tu
    te veo a ti
    no es cierto
    como que estás aquí delante
    no soy yo
    pues adiós
    pues adiós